“Sería ideal aprovechar esta instancia para poder conocer mejor a los hijos desde un punto de vista emocional-afectivo”

El profesional magallánico, Ignacio Vera, Psicólogo, se refiere al difícil periodo que han vivido los niños, niñas y adolescentes (NNA) durante la pandemia, y entrega recomendaciones para que padres, madres o cuidadores puedan abordar de mejor manera lo que ellos están experimentando en este contexto.
A juicio del profesional, esta es una oportunidad para conocer a los NNA, generar un diálogo verdadero, e involucrarlos en la dinámica familiar, con sinceridad y apoyo mutuo.
Los cambios en la rutina que ha provocado la pandemia en todo este tiempo, ¿cómo pueden influir en el comportamiento de los niños, niñas y adolescentes (NNA)?
-“Desde el inicio, la pandemia ‘demandó’ que los NNA (y no sólo ellos, sino que todas las personas) se readapten a este nuevo estilo de vida de ‘entrar’ y ‘salir’ de cuarentena, en un marco o contexto general más o menos parecido para todos: con las nuevas exigencias propias de las clases en línea, con nuevas formas de relacionarse y convivir con la familia, de relacionarse con los pares y obviamente con maneras propias e individuales de afrontar o lidiar con el hecho de tener que formar nuevos hábitos de vida, con todo el ‘correlato emocional’ que eso conlleva. En otras palabras, la pandemia ‘obligó’ a todos a tener que modificar y, en algunos casos, hasta replantear ciertas estructuras que llevábamos en nuestras vidas, y el modo en que los NNA perciben y afrontan esta necesidad de cambio dependerá del estilo comportamental que posean y de la cultura familiar en la que ellos se desenvuelven”.
¿Qué conductas pueden demostrar alguna problemática en la salud mental de los NNA?
-“Generalmente, uno identifica conductas problemáticas en los NNA dado que éstas, al interior del núcleo familiar, generan alerta y preocupación en los padres o cuidadores principales. Los tipos de conductas que provocan quiebres en la cotidianidad familiar pueden clasificarse como ‘externalizantes’, tales como comportamientos disruptivos u oposicionistas, irritabilidad (‘rabietas’), restricción alimentaria, etc. Son conductas más ‘interpersonales’, es decir, que se gatillan desde la relación con los otros. Por otro lado, las conductas ‘internalizantes’ implican un ‘retraimiento’ que se expresa en malestares físicos, tristeza, rabia contenida, desgano, miedo, entre otros. Estas son conductas que tienen al cuerpo como centro principal de alerta. Tanto las conductas externalizantes como internalizantes pueden aparecer en los NNA, y la aparición de una no implica la ausencia de otra”.
¿Cómo se pueden generar instancias de diálogo con los hijos, para conocer su estado emocional durante este periodo?
-“Para hablar acerca del diálogo, primero habría que decir qué es no dialogar. Dialogar en ningún sentido significa dirigir una conversación para manipularla hacia el interés de cada adulto. Por ejemplo, ‘escuchar’ lo que dice el niño/a para finalmente decirle ‘pórtate bien’, ‘no lo hagas más porque eso está mal’ o ‘si lo haces otra vez te voy a castigar’. No se puede confundir diálogo con reto. A su vez, tampoco el diálogo significa únicamente contener para que el ‘niño o niña se calme’. Por ejemplo, si en una instancia de posible diálogo mi única alternativa de acción es contener con abrazos y/o palabras (‘mañana será otro día’, ‘todo va a estar bien’), el niño o niña podría malinterpretarme y entender que dialogar es sinónimo de recibir contención, tornándose ‘demandante’ y los padres en algún momento sentirse sobreexigidos. En este punto es importante poder reconocer qué es lo que concretamente estoy haciendo cuando mi hijo o hija está intentando dialogar conmigo.
Por lo tanto, para generar la situación real de diálogo, hay que tener en cuenta qué tan capaz uno es para dialogar, por lo que es importante reconocer en primera instancia los límites de cada madre-padre o cuidador/a. A partir de ahí, lo que uno puede tratar de hacer para dialogar es intentar ponerse en la posición (no solo empática, sino que también situarse en una misma posición visual) del niño o adolescente, para así escuchar receptivamente y atentamente lo que están diciendo y ver hacia dónde nos llevan sus palabras. Uno se puede dar cuenta que el diálogo ya está en marcha cuando todas las partes están igualmente involucradas en la conversación (esto pues el niño/adolescente se siente en un espacio seguro al ser atendido y escuchado) y cuando lo expresado en el diálogo abre y ‘moviliza’ temáticas y contenidos que el adulto desconocía o que gracias al diálogo puede comprender mejor. Finalmente, lo ideal es que a partir de lo hablado se intenten generar colaborativamente instancias prácticas de resolución. Se le puede ‘dar voz’ al niño o adolescente y preguntarle qué es lo que quiere, cómo piensa que puede solucionar el problema, y el adulto puede aportar con soluciones concretas (o simbólicas dependiendo de la edad) e incluyendo al niño o adolescente como parte activa de la solución”.
¿Es recomendable generar rutinas o es preferible ser más flexible con los quehaceres de los hijos?
-“Esto siempre dependerá de cada cultura familiar, de las posibilidades que tenga la familia para generar rutinas, y de las necesidades emergentes o recurrentes que existan al interior de la familia. Por ejemplo, hay familias que funcionan desde el ‘desorden’, así como también hay familias que logran su estabilidad cotidiana a partir de la elaboración de rutinas o de la planificación de los quehaceres. Lo importante, en ambos casos, es ser capaces de estar atentos a las necesidades emocionales que van surgiendo al interior del núcleo familiar y poder abordarlo con los recursos mismos que la familia posee”.
¿Qué consejos podría otorgar para apoyar a los hijos en este periodo, cuando además los padres también están afrontando situaciones complejas y de incertidumbre?
-“Desde una arista psicológica, lo primero es siempre reconocer los propios límites comportamentales para poder hacer lo que esté al alcance de cada núcleo familiar. A partir de ahí, sería ideal aprovechar esta instancia de encierro para poder conocer mejor a los hijos desde un punto de vista emocional-afectivo. Poder darse cuenta y ver cómo es que se emocionan, cómo es que se expresan emocionalmente para poder aprender de ellos y que a su vez ellos aprendan de sus padres. También es importante que los incluyan en la ‘trama familiar’ y no los aíslen de los problemas familiares que puedan emerger. Pregúnteles qué harían, qué sienten o piensan sobre tal o tal tema. Reconocer la situación compleja y de incertidumbre desde el mismo núcleo familiar promueve el apoyo compartido y a no aislarse, ocultarse o caer a veces en el autoengaño. Y si aquellas problemáticas se escapan de las manos de cada familia, si la afección emocional es constante y el cambio se hace difícil, siempre está la opción de acudir a psicoterapia para obtener un espacio seguro de contención y una mirada diferente al problema que se esté viviendo”.
Con la presente entrevista, se inicia el ciclo de reportajes “Recomendaciones para la salud mental a un año de la pandemia”, financiado por el Fondo de Medios de Comunicación Social del Ministerio Secretaría General de Gobierno, que serán publicados en el sitio web www.saludybuenavida.cl, y se centrará en brindar consejos a grupos específicos como niños, niñas y adolescentes; mujeres y adultos mayores; todos grupos vulnerables de la sociedad que requieren de mayor apoyo en este ámbito, dado el impacto de la crisis sanitaria en sus vidas.